Para “integrarme” en esencia al “espíritu colectivo” que se forme conjuntamente entre la madre naturaleza y sus hijas-os de la especie humana.
Desde mis adentros/afueras: Ivonne Gutiérrez Carlín (marzo 2007)
Tengo que decirles que Ahmed, con su exquisita sensibilidad, pensó/sintió que si no podía estar en el primer encuentro con ustedes, podría escribirles algo que leyera en voz alta, si se daban finalmente las reuniones, tanto en la ciudad como en el campo o en la montaña, así es que por eso es que podrán escucharme un poco.
[Nota de Ahmed: Con mi infinito despiste se me olvidó traer la carta al encuentro y he pensado que lo mejor es publicarla aquí para que todos la podáis leer. Mis disculpas, Ivonne]
Cuando medito sobre las presencias y ausencias que la vida nos va imponiendo por sus ires y venires, creo que lo más fuerte que se me viene a la mente es la posibilidad que nos brinda el lenguaje escrito y hablado, para manifestar, aunque sea en ausencia, lo que la presencia podría brindar al estar frente a quienes le escuchan.
Otras cuestiones importantes que me saltaron fueron el mar de sensaciones que siempre se me cruzan cuando estoy abierta a los cuatro elementos naturales que nos rodean: el aire, el fuego, el agua y la tierra. Todos juntos nos han regalado la vida en este planeta, además de que según los físicos y astrónomos, está probado que somos también hijas-os de las estrellas, pues llevamos en nuestro ser y en nuestra piel partículas del universo. Esta maravilla significa que somos parte del micro y del macrocosmos. Qué gran regalo, ¿verdad? No lo olviden ahora que estarán disfrutando del cielo abierto y con el menor número de cosas artificiales alrededor.
Ese es el espíritu con el que procuro respirar todos los días, el de la conciencia de la gran fortuna que tenemos todavía al poder disfrutar, al mismo tiempo, de nuestra vida en las ciudades, pero también cerca de la naturaleza, porque sin duda ésta nos entrega sus riquezas materiales (de ella nos alimentamos), pero además nos da su esencial y ancestral sabiduría. Es triste que las mutilaciones de la vida racional y occidental han ido haciendo menos o de plano ha sido desterrada esa sabiduría de nuestra memoria corporal, mental y sentimental, por lo que hemos perdido mucho de la capacidad de percibir más mensajes que el articulado en cada uno de los idiomas que dominamos. Porque no debemos olvidar que el susurro del viento entre los árboles lo sabían escuchar nuestros ancestros, pero a muchos de nosotros nos parece una locura pretender recuperar el conocimiento de esos códigos y yo les invito a que no se cierren, por el contrario entréguense a la posibilidad de reabrir los canales para aprender a vivir mejor, escuchando lo que está grabado en nuestros más generosos hermanos, que son los árboles y todas las demás especies de flora y fauna que, en general, nos ayudan no sólo a subsistir, sino a potenciar la poesía y la belleza de la vida. Creo que a tal punto que se nos olvida que podemos vivir, no gracias a una nueva tecnología como la computadora, que por supuesto es una herramienta muy útil hoy en día para nuestra vida urbana e intercultural, pero tampoco debemos olvidar que realmente vivimos sobre todo a que la tierra sigue dando frutos, a pesar de lo que la hemos contaminado y depredado.
En síntesis, lo que puedo decirles es: ábranse a lo todo lo que la madre-natura tiene para entregarles, desde la semilla que germina y nos alimenta, materialmente hablando, hasta los susurros esenciales que nuestros seres pueden percibir desde nuestras almas o espíritus, como quieran llamarles, que son tan importantes como respirar. No olviden nunca, bajo ninguna de las difíciles pruebas que la vida nos muestra para seguir aprendiendo lecciones, que la madre-natura puede sanar muchos de nuestros males físicos, mentales y sentimentales, porque ella, por sobre todas las cosas se ha dedicado a entregar generosamente todo lo que encierra: vida y más vida, belleza y más belleza. Un fuerte abrazo y beso para cada uno de ustedes.
naturaleza,
mensaje,
vida